de baberos perdidos y superwoman
Leo en la revista Mujer Hoy un artículo sobre la escritora Reyes Calderón, autora de dos superventas: Expediente Canaima y El último paciente del doctor Wilson. Sin embargo la entrevista no versa sobre sus novelas sino como la autora compagina sus tres profesiones: profesora de universidad, asesora de una empresa y escritora con ser madre de nueve hijos. La verdad es que me atrapó el titular: 9 hijos, 3 trabajos y 2 bestseller... Con semejante comienzo me sentí la mujer más inútil del mundo: 1 hijo, 1 trabajo, 0 bestseller, 0 escritura. Como saben mis fieles lectores últimamente escribo muy poco y esta escasa productividad se la atribuyo a la falta de tiempo. A pesar de tener los minutos contados me sumergí en el artículo de esa superwoman. Para mi sorpresa se levanta a la vez que yo, pero claro, sólo da una horita de clase en la universidad, un poquito en el despacho del decanato, hasta un rato de gimnasio después del almuerzo en casa -luego confiesa que no es todos los días, menos mal-. Se me olvidaba que también va por la mañana otro rato a la empresa y por la tarde una horita de despacho y a las seis en casa, supervisa las tareas de los niños, etc. Luego menciona que tiene dos asistentas que los bañan y son las que deben hacer todas las tareas hogareñas y los recogen en los colegios. Luego, a partir de las once de la noche escribe sus novelas. Yo a partir de las once de la noche no soy persona.
Esta tarde escribo mientras observo de reojo como mi hijo juega -menos mal que aprendí mecanografía en la adolescencia y tecleo sin faltas y sin mirar el teclado-, escribo y me pregunto qué ha pasado con los cinco baberos que tenía con los días de la semana, doy gracias a quien sea de que existan las guarderias, miro con pánico el montón de trabajos de mis alumnos que aún no he corregido, porque doy más de una clase al día y tengo reuniones a tutiplén durante mi jornada laboral. En fin que debe ser que no me organizo,y a la once una no está para novelas sino para desconectar del mundo y dormir -si el enano te deja-. Así que esta mañana, mientras empleaba el recreo en una guardia de biblioteca y regañaba a unos adolescentes díscolos por hablar y sentarse como si estuvieran en una taberna, escribí un poema con la tarea de mi querida tertulia: "y siguió actuando". Después me sentí feliz pues mi hijo está a mi lado, con su libro de tela y sus dulces balbuceos que llenan la luz mortecina de la tarde. No tienen la misma suerte Eva cobo ni Toni Cantó, que se subió a un escenario el mismo día que falleció su hija. La vida le golpeó en lo más querido ... y siguió actuando.
No deseo bestsellers, ni asistentas, ni consejos de administración de empresas, ni machacarme en el gimnasio, sólo pasar la tarde con mi hijo, esperar que regrese mi marido del trabajo y que acabe la lavadora para tender los baberos que áun nos quedan.