Blogia
anamayoral

Campanadas

El otro día vi un programa de La2 en el que doce personajes conocidos narraban una anécdota increíble o surrealista que les hubiese ocurrido. Una de ellas la transcribo aquí, porque a mí me sucedió algo similar y al final terminaré creyendo que los ángeles de la guarda existen. El actor José Maria Pou contaba que hacía quince años viajó a París para ver una obra de teatro. Era verano, en Barcelona hacía mucho calor así que no llevaba ropa de abrigo. Cuando aterrizó en París se encontró con un frío terrible, era domingo, no podía comprarse ropa, así que se encaminó hacia una turística en la que vendían camisetas por ver si encontraba algo con lo que cubrirse. Al pasar por la plaza Vendome, observó en el suelo un bulto junto a una joyería. Miró alrededor por si alguien había perdido lo que parecía una prenda. La recogió del suelo y resultó ser una expléndida chaqueta de cuero forrada de piel. Justo lo que necesitaba. Espero por ver si aparecía el dueño, y como no lo hizo se la probó y vio que le sentaba como un guante y se encontraba en perfecto estado. Así que dio gracias a su angel de la guarda, en el que hasta entonces no creía, y tan contento se dispuso a disfrutar de París. Cuando se marchó, al día siguiente, le entregó la chaqueta al recepcionista del hotel diciéndole que se la regalaba y que no hiciera preguntas. No se sentía con derecho a quedársela.

Mi "campanada" fue la siguiente: hace años cogí el autobús urbano en mi ciudad, Burgos. Por aquel entonces había unos papelitos que comprabas en las cajas de ahorro a modo de billetes y que salían más baratos. Pero ese día no los llevaba. Busqué monedas para pagar y no encontré ninguna. El autobús ya se había puesto en marcha y el conductor esperaba que le pagase. Le di un billete, no recuerdo si eran euros o pesetas, pero de los más pequeños, y me dijo que no aceptaban billetes y que tenía que bajarme en la próxima parada. Imaginen mi bochorno y mi cabreo, teniendo dinero me echaban del autobús, teniendo en cuenta que pasaba y sigue pasando cada veinte minutos -algo totalmente inaceptable en una capital que se precie de serlo-  la faena, por no decir putada, es considerable. Cuando ya estaba dispuesta a bajarme del autobús porque me resultaba imposible hacerle comprender al conductor que tenía dinero, y que seguramente el disponía de cambio para mi pequeño billete, una señora se levantó y me tendió uno de esos tickets de viaje. "Toma" me dijo. "Señora, tenga el dinero", le respondí ofreciéndole el billete, a lo que ella contestó. "No me des nada, simplemente dale un ticket a otra persona que lo necesite". Le di las gracias y proseguí el viaje sin más incidencias.

Al día siguiente estaba caminando por el centro de la ciudad, junto a la Casa del Cordón, cuando se me acercó una mujer y directamente me pidió un ticket para el autobús. Me quedé de piedra. Era como si el destino me pusiera a prueba para averiguar si era tan generosa como la señora del día anterior. Por mi parte, no suelo dar nada a quien me pide por la calle, no me fío de la gente, supongo que toda la vida en Madrid te hace temer de los desconocidos. Pero en esta ocasión no me lo pensé, le di el ticket a la mujer y me marché satisfecha y en paz con la divina providencia.

¿Os ha ocurrido alguna de estas "campanadas?

Por cierto, os deseo todo lo mejor para este año 2011. Que cada uno se encuentre con su ángel cuando lo  necesite.

No sé si me quedan muchos lectores en estos tiempos en los que las redes sociales hacen furor. Pero prometo escribir más a menudo. Un abrazo a todos.

1 comentario

Esther -

Que haya siempre ángeles por donde vamos y que no desdeñemos la oportunidad de convertirnos en uno cuando haga falta. Encantanda de volver a tu blog.