Releo una entrada en el blog: Una americana casposa. Compruebo que la moda me ha interesado siempre. Desde la adolescencia me encantaba leer todas las revistas de moda que podía conseguir. Cuando empecé a tener ingresos compraba varias. Leer las revistas de la nueva temporada constituía un gran placer. En la actualidad es internet la fuente de información sobre este tema, eso sí, muy contaminada por la publicidad. Las revistas también incluían muchos anuncios publicitarios, pero hay que reconocer que esas fotografías son una auténtica belleza, una obra de arte. En internet comencé con la información de algunas publicaciones de papel que ya se estaban pasando al mundo electrónico. Sin embargo, la publicidad en estos medios, salvo que estés suscrito y pagues, es una auténtica tortura. Ahora ya pocas veces leo estos artículos. Confieso que ya me nutro de las influencers.
¿Por qué enganchan? Porque son personas reales, como nosotros, que simplemente se han puesto detrás de su cámara y se han mostrado al mundo, con todos sus conocimientos, muchos o pocos, con su simpatía, con su filosofía de la vida, etc.
La pandemia fue la que me hizo acercarme a ese mundo, y supongo que a muchos de ellos a arrojarse fuera de sus casas de forma electrónica. En muchos casos lo que fue un entretenimiento se ha ido convirtiendo en un medio de vida. Soy testigo de esa transformación en estos años que han seguido a la conmoción que supuso el COVID.
Cada red social tiene su personalidad y su público. Los influencers están en todas. Desean llegar a todos los públicos, ha apostado por ese trabajo y tienen que rentabilizarlo. Yo navego por esos submundos, pero me resisto a Tik tok.
Además de la moda siempre me ha fascinado el maquillaje. Y aprender sola. Desde niña me ha encantado coger un manual de cualquier cosa que me interesase y aprenderla. Me gusta aprender. Cuando comencé a trabajar después del encierro volví a arreglarme y la realidad era que la mascarilla ocultaba lo que siempre me había maquillado: labios y rostro. Al descubierto quedaban parcialmente los ojos, parapetados tras las gafas. Muy difíciles de maquillar para sacarles partido. Mi rostro aparecía velado y triste. La tristeza manaba de otro pozo interno, pero esa es otra historia. Entonces busqué un tutorial de cómo maquillar los ojos para hacerlos más grandes, porque mis ojos son pequeñitos, están hundidos y el párpado superior encapotado. Y así comenzó todo. Seguí las instrucciones que me daban las youtubers y mis ojos comenzaron a sobresalir y mi rostro a tener más vida. Adquirí productos de maquillaje asequibles, para ir probando, y me fue familiarizando con tipos y marcas, los nuevos lanzamientos, las nuevas técnicas, etc. Del maquillaje de ojos salté al cuidado de la piel del rostro. Siempre me la he cuidado mucho debido a que padecí un acné muy grave. Pero ahora me hice más consciente y constante del cuidado de mi cara. Lejos de ser una carga o una tarea más del día, tanto el cuidado de la piel (skincare) como el maquillaje (makeup) me divierten, me hacen sentir mejor. Supongo que representan una forma más del autocuidado, y es que yo no me cuidaba nada estos años atrás. Me había olvidado para cuidar a otros. Me había desaparecido. Tras la pandemia emprendí la tarea de recuperarme. En ello estoy, escribiendo en estas páginas. Vuelvo a ser, tímidamente, la escritora que siempre fui. Mi alma tiene esta faceta desde que aprendí a leer y a escribir. Y aquí estoy, ofreciendo al mundo mis palabras. Empleo esta plataforma que creo que nadie lee, los blogs son algo muy anticuado. Pero yo le tengo mucho cariño a este. Llevamos muchos años juntos, y constituye una especie de diario público. Si a alguien le entretiene, miel sobre hojuelas. Pero como he dicho en otras ocasiones, el escritor escribe en primer lugar para sí mismo, y después de un modo u otro expone su trabajo por una extraña necesidad de que le lean. Escribir es una pasión. Yo había enterrado esa pasión entre grandes dosis de trabajo y cansancio vital. Es hora de abrir esa tumba y resucitar esa parte de mí que tantas alegrías y consuelo me ha proporcionado a lo largo de los años.
Como decía del maquillaje pasé al cuidado de la piel y de allí a la moda. Por fortuna encontré a influencers de mi edad, divertidas, entrañables, con muchas cosas que ofrecer al mundo, y que han dejado trabajos que no las llenaban para lanzarse a esa aventura. Son unas valientes. En el mundo de la moda he topado con las asesoras de imagen. Algo nuevo para mí. Como científica empecé a poner a prueba sus técnicas y comprobé que funcionaban a la perfección. La asesoría de imagen es toda una ciencia de las proporciones y el color. Las proporciones son matemáticas y el color, radiación electromágnética: ciencia en estado puro. Empecé a vestirme con la misma ropa pero poniéndomela y combinándola de otro modo. La gente me decía que si tenía ropa nueva, que si estaba más delgada. Nada más lejos de la verdad. Era la misma persona con las mismas prendas. El maquillaje y el pelo, este último por imposible se lo he dejado a mi peluquera, han hecho el resto. Ahora tengo más años y dicen que parezco más joven. Y me siento más joven. Desde aquí quiero dar las gracias a mis profesoras en la red: Chincha Rabiña, para la moda. Pintavalos, Un café con alma y Crys Brunet, para el maquillaje y cuidado de la piel, y Yolanda Martín, para el armario cápsula (que merece otro artículo). Soy otra por fuera y también soy otra por dentro. Mi armario también. Pero esa es otra historia.