Ir de compras
No sé qué extraño atavismo nos empuja a algunos a recorrer tiendas. Supongo que es algo digno de estudio por los psicólogos. No me refiero a las compras compulsivas. En mi caso, en la mayor parte de las ocasiones no compro nada. Recorrer mis tiendas favoritas es el único deporte que practico con regularidad y les prometo que llego exhausta a casa ¡Y sin gastar ni un euro!
Tal vez esta adicción a ir de compras sea una reminiscencia de la época en que éramos recolectores y buscábamos bayas, semillas, raíces para alimentar a la familia. No podemos evitarlo, nuestro instinto, controlado por los egoístas genes, nos induce a la recolección. Quizás nos movemos por los grandes almacenes y franquicias como nuestros antepasados recorrían el campo en busca de fruta madura o un tubérculo rollizo. En su lugar, nosotros buscamos gangas, prendas de fondo de armario, bolsos imposibles de combinar con dicho fondo y zapatos que no hay quien se ponga, pero terriblemente maravillosos. Si no encontramos nada dignos de llevarnos a casa nos volvemos con las manos vacías, la tarjeta intacta, y nos consolamos e ilusionamos ante la perspectiva de una nueva sesión de compras, que esta vez sí que será fructífera.
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Amaya -
esther -