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anamayoral

Rasgos de madurez y romper por sms

 

Decía recientemente la actriz Carmen Conesa en una entrevista que su filosofía de vida consistía en no pedir nada y dar todo lo que pudiera. Si eso es cierto, se trata de un rara avis, pues muchos nos quejamos por todo y dar, la verdad, casi ni la hora. Eso de rogar es muy propio de la doctrina cristiana. Uno pide a Dios una serie de cosas y el resultado siempre será el correcto: si se atiende la petición nos alegramos y si no es que el Creador, en su sabiduria, ha decidido lo mejor para nosotros. Llegar al punto en el que no se pide me parece un acto de enorme madurez. A lo que yo añadiría: No pido nada, pero lucho por lo que deseo. Sigo queriendo cosas pero no espero a que alguien me las conceda, me muevo para conseguirlas. El colmo de la madurez será cuando no se desee nada. Tal vez es que estás muerto o has alcanzado el máximo grado del budismo.

Por el contrario, un acto de inmadurez que parece estar poniéndose de moda es romper mediante un sms. Ya lo están haciendo los famosos nacionales y extranjeros, supongo que también todo hijo de vecino. Romper es difícil. A nadie le gusta quedar como un HP, pero no les importa quedar como cobardes. Un sms es rápido, económico, y no implica escuchar la voz del abandonado preguntando: ¿Por qué? ¿Hay otro/a? Etc. Ya no se lleva eso de hablar en persona y mucho menos por teléfono. Lo mejor es el mensaje y después, no leer los que el ex te envía, no coger sus llamadas. Cambiar de móvil si es preciso. Me imagino que también la gente corta su relación mediante un correo electrónico, la misma canallada que el sms, con la ventaja de que se pueden marcar los mensajes del ex como espam y ya no volverán por la bandeja de entrada a incordiar la conciencia. Lo que resulta aterrador es la ruptura en una red social. No sólo te dejan sino que se entera todo el mundo a la vez que tú, y te quedas más desnuda que Demi Moore cuando su maridito cuelga las fotos privadas en una de esas redes. La tecnología está muy bien, pero a veces resulta una auténtica cabronada.

 

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