Blogia
anamayoral

Chanclas y gominolas

Las chanclas siguen de moda. Aparecieron en las revistas de los pies de las top models hace unos años. Llegaron para quedarse. Casi sucumbo a esta vieja tendencia, pero mis pies me devolvieron la cordura. Como me susponía, volvieron a rozarme en el espacio entre el dedo gordo y el siguiente. Cuando tenía diez años más o menos también estaban de moda estos engendros de goma. Y tengo muy malos recuerdos, créanme. Mientras escribo estas letras engullo gominolas, por cortesía de mi compañera Begoña. Las gominolas también constituyen un dulce recuerdo, y, como las chanclas, no han cambiado para nada, siguen siendo tan ricas como por aquellos días en que las segundas me torturaron. Terminaba envolviendo en esparadrapo la pieza que separaba ambos dedos y aún así, seguían siendo incómodas. Sólo me gustaba el sonido de su golpeteo con las plantas de los pies al caminar. Siempre y cuando no se rompieran, claro. Una vez se me rompieron ¡las dos a la vez! Y tuve que volver a casa, descalza, por un camino en el que el barro se mezclaba con los excrementos de las vacas. Se trataba de un pequeño sendero que transcurría desde la fuente a la que habíamos ido en busca del agua hasta la carretera que atravesaba Cueto. Tuve que limpiarme los pies entre la hierba salvadora que orlaba el camino antes de pisar el asfalto. Aquel día juré que no volvería a usarlas y casi me traiciono.

Para mi desgracia muchas de las sandalias que pueblan los escaparates también llevan el odiado sistema “de dedo”. Así que este verano no he adquirido nada de calzado, sino que continuando con mi gusto por el decoupage y el reciclaje, me he customizado unas viejas zapatillas de lona. Con unos vaqueros viejos me he bricolado unos piratas y un bolso, todo ello gracias a las benditas servilletas que son capaces de transformar cualquier desecho en una pieza maravillosa. ¡Y que vivan las gominolas!

0 comentarios