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anamayoral

Coincidencias de fin de año

Dirán qué hago escribiendo a las once y media de la mañana, pues recordar que el pasado noviembre escribí una entrada protestando por el cobro de canon de la SGAE, y el título era ¿Podremos cantar bajo la ducha? y en el programa típico de fin de año en tve1 de José Mota, era interrumpido por un tenaz cobrador de la SGAE que a golpe de sello y tinta roja pretendía que el actor pagara por tararear una canción mientras se duchaba. No sé si será como José Mota soy de origen manchego y se nos ocurren las mismas cosas o es que simplemeto es cuestión del sentido común que parece faltarles a algunos que se apoltronan en el primer sillón que pillan y le cogen el gusto a eso de mandar y putear al personal.

Cambiando de tema, el programa de Mota fue de lo más refrescante, teniendo en cuenta los bodrios que emitieron el resto de las cadenas, incluida la tve1, que después de las uvas castigó con un programa hecho de recortes de toda la historia de programas de fin de año, que si ya eran infumables en su época ahora todos reunidos resultaban una auténtica tortura. Supongo que su intención sería ahorrar dinero ahora que no van a emitir publicidad privada -aunque no nos libraremos de la institucional y de la programación de la propia cadena-.

Se preguntarán qué hacía yo viendo la tele en lugar de estar de juerga, como corresponde en una fecha como esa. No es cuestión de dar detalles de mi vida privada, pero desde luego hubiera preferido estar tomando unos cubatas y baliando que tragándome la tele. Sin embargo, como saben los que ya han cumplido unas pocas décadas, llega un momento que por las circunstancias -familiares, de salud, de lugar de residencia, etc- te ves en casa esa mágica noche en lugar de vestirte de gala y arrojarte al frío de la calle, y sin amigos con los que echar una partidita de cartas o de la wii, que da mucho juego. La nochevieja se convierte en algo que hay que pasar, como un puente hacia ninguna parte, alfombrado de turrón y adormado por las uvas y las burbujeantes copas de cava. Una vez que todo ha terminado sientes un gran alivio porque falta todo un año para volver a pasar otra noche como esa y la esperanza de que sea más divertida y la situación familiar no sea peor. Y eso que no tengo derecho a quejarme, aunque parezca todo lo contrario, porque me encontraba en compañía de mi pareja que también sufría los rigores de la nochevieja, y nuestras miradas cómplices eran lo único que salvaban la situación.

Les deseo que se lo hayan pasado genial, que aún estén durmiendo -lo cual es indicio de que estuvieron de cachondeo hasta tarde- y que la resaca sea leve para soportar otro día más de comidas y repeticiones televisivas. Por mi parte disfruto del concierto de año nuevo y de tener la cabeza despejada -es lo bueno de mi estado actual- y que ya queda menos para volver a una relativa normalidad.

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