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anamayoral

Nunca lo había pensado (I)

Nunca lo había pensado, la verdad. Pensar, pensar, pensaba poco sobre esas cosas. Bastante tenía con trabajar de sol a sol para malvivir en esta choza que llamamos casa. El sufrimiento del hambre y el cansancio sólo te incita a buscar comida o a arrojarte al pozo seco que no tiene fondo para no penar más.

Yo no pensaba en gobiernos, ni en políticas, ni en esas cosas de las que hablan los hombres. Yo sólo me preocupaba de cuidar a mis hijos y de enterrarlos cuando la muerte me los arrebataba.

¿De qué hablamos las mujeres? De lo que nos dejan. De como preparar tortas de mijo o remedios, coser vestidos, de nuestros hombres. Pero para mí se acabaron las inocentes charlas desde el día que me encerraron en esta choza que es la cárcel del poblado.

Si les digo que soy inocente tal vez no me crean. No se fían de las palabras de las mujeres. Las mujeres tenemos malos espíritus que embrujan a los hombres. Pero bien que vienen a verter su semilla en nuestros cuerpos sin pedir permiso y luego nos empujan a un lado para que no les estorbemos en su camino.

Él apareció una noche. Me tapó la boca para que no gritase y amenazó con matar a mis hijos. Mi hombre murió de SIDA hace dos años y yo moriría también de los mismo, pero acabarán conmigo antes de que la enfermedad me devore. El hombre usó mi cuerpo para vaciarse de su propia violencia y se marchó antes de que el día me revelase su rostro. Sólo sé que apestaba a suciedad, que tuve que lavarme durante horas con el agua que pude acarrear después de caminar diez kilómetros.

(continuará)

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