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anamayoral

Ciudades clónicas

Ciudades clónicas

 

No consigo acordarme de algo que me ha sugerido la visión de un reportaje sobre Singapur. En él se mostraban los flamantes rascacielos, construidos según las reglas del feng shui, así como la mezcla de restaurantes tradicionales con los modernos. La gran cantidad de tiendas es realmente abrumadora, y el clima, siempre benigno, anima a pasar el día en la calle. Las calles están limpias, porque tirar un papel supone una multa de 60 euros, y escupir sale más caro. Los guardias llevan una cámara de vídeo en ristre en lugar de un arma, y la consigna de los ciudadanos es: "trata bien al extranjero, no le pongas mala cara, pues nos trae dinero"  -me ha salido un pareado-. Al cruzar de un barrio a otro puedes toparte con un buda y después con una tienda en la que vendan sangría embotellada y chupachups. Y, cómo no, una calle contiene las tiendas más exclusivas, como las que puedas encontrar en París o Nueva York. Recuerdo mi último viaje, a Praga, tras quince años de ausencia, y también desde el río, caminando hacia la plaza del reloj y en las proximidades del barrio judío, también hay otra calle que llaman París por la similitud a los Campos Elíseos. y resulta que vas al mismo París y te topas con Zara. No sé, todo resulta muy confuso. Porque al final viajar consistirá en aterrizar en otra ciudad clónica, en la que la comida sea la misma, con las mismas franquicias, y los mismos cafés modernos y deshumanizados. Me encantan las ciudades, sí, pero hoy en día se corre el peligro de despertar y no saber dónde te encuentras.

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