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anamayoral

Las niñas del Sagrado

Cuando estudié dos interminables años en el colegio del Sagrado Corazón de Jesús nunca fui consciente de lo que aquella congregación religiosa significaba en el ámbito de la educación católica y, menos aún, en la literatura. Muchos años después, tras leer Conversación en la catedral de Vargas LLosa, me topé con las jóvenes educadas en esta institución que constituían el grueso de las niñas bien de Lima. Un amigo que se crió hasta los dieciocho años en el Perú también me habló de las niñas del Sagrado y se sorprendió cuando le dije que yo era una de ellas. La verdad es que yo también me sorprendí mucho con el descubrimiento. Mi colegio se encontraba en un barrio obrero de Madrid, lo regentaban unas monjas sudamericanas -mi maestra era peruana, para más señas-, y no debía ser muy caro porque mi padre también es un obrero y no nos lo podríamos haber permitido. Recuerdo que el grueso de las horas de clase se dedicaba a la costura y a los trabajos manuales, tareas que siempre he odiado con gran intensidad. También nos explicaban algo de música e inglés. Por los años 70 no era muy frecuente en la escuela pública que se estudiara música y menos inglés, eso sí que me gustaba. Cuando pasé de nuevo a la escuela pública empecé a suspender matemáticas, la profesora le explicó a mis padres que no tenía base. Para las niñas del Sagrado sólo era importante coser y entretenerse con la música. Nada más.

Para la alta sociedad norteamericana ser católico significaba pertenecer a una élite, y eso precisamente fue lo que pretendieron al matricular a la huérfana  Mary McCarthy en el Sagrado, colegio en el que estudiaban las hijas de las mejores familias de Seattle. El objetivo estaba claro: lograr un buen matrimonio que permitiera ascender a esa sociedad privilegiada. La escritora narra su propia historia en Memorias de una joven católica. En el libro explica cómo comenzó a cuestionarse la fe en el propio colegio y cómo intentaron imponérsela. McCarthy se desvió finalmente de esta senda perfectamente trazada e incluso inició una "militancia política radical" y se dedicó a la literatura. Sin embargo, el Sagrado logró al menos uno de sus propósitos. La escritora se casó con el crítico de literatura más respetado de su país. ironías de la vida. Esta historia la narra Félix de Azúa en Lecturas compusivas.

Pienso en Mary, y me identifico plenamente con ella, a mí me bastaron sólo dos años en el Sagrado para dudar de todo para terminar no creyendo en nada.



 

2 comentarios

salamandra -

Cada uno cuenta la feria...
Creo que en esta vida, en lo que respecta a las personas concretamente, no todo es blanco o negro, las instituciones católicas, regentadas por personas, tienen multitud de defectos, pero también una gran cantidad de méritos y, si últimamente lo que se LLEVA es la crítica absolutista a religión cátolica, no puedo, en mi condición intrénseca de abogada del diablo, más que desempeñar mi "cargo" honestamente y por supuesto, bajo el color de mi cristal, que no es ni más ni menos objetivo que el de cualquiera. Si mi fe está por encima de los corsés de una religión, es cierto que mi cultura es judeocristina. No renuncio a ella, más bien la pongo bajo los focos del pensamiento y, la verdad, en lo esencial, la creo extraordinaria, e incluso en algunos puntos coincidentes con mi forma de entender la vida. Yo no fui niña del "Sacre Coeur" sino de las Franciscanas de Jesús, un tiempo entre ellas muy gratificante y enriquecedor a la par de feliz.

vega -

cb