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anamayoral

CHELIQUE

Una persona puede llegar a influir en todos los minutos de la vida de otra, y lo paradójico del asunto es que lo ignore. Hace poco me contaron lo de Chelique.

-¿No te acuerdas de Chelique?

-Que sí, que era el nieto del señor Mariano.

Mi mente era un pozo. Yo tiraba un cubo atado a una cuerda larguísima, casi infinita, por el agujero oscuro y fresco. Pero el cubo no llegó a ninguna parte, no se escuchó el ruido familiar que producía al chocar contra la superficie del agua, ni siquiera se golpeó contra el fondo. Saqué el cubo vacío de recuerdos y ante el asombro de mis amigos dije:

-No me suena de nada.

-¡Pero si tú le pusiste el nombre!

-¿Chelique?

-Sí, eras tan pequeña que no podías pronunciar Enrique.

Supongo que el bautizado como Enrique me odiará por haberme inventado semejante nombre, nombre que suena a boliche, bolchevique o bariloche. Me imaginará carente de virtudes, rebosante de estupidez, y para él siempre seré la niña boba que le cambió el nombre.

Desde aquí te pido perdón. No sabía lo que hacía o tal vez mascaba chicle, Chelique, y la lengua y la mente se mezclaron al ritmo de los dientes y tu nombre se quedó enredado en la goma de mascar. El subconsciente hizo el resto. De Enrique mutaste a Chelique a través de un chicle rosa de cincuenta céntimos de peseta. Una monedilla liviana, plateada, que tenía una espiga en su efigie. Así que la fresa, en cierto modo, también es culpable de tu nombre, y por añadidura quien me diera los puñeteros cincuenta céntimos. Ahora, después de este razonamiento absurdo me siento menos culpable del desastre que puede ser tu vida. Supongo que nadie te tomará en serio con ese nombre. Salvo que seas un jugador de fútbol, entonces sí.

2 comentarios

Amaya -

Estoy de acuerdo. A veces llego a confundir los recuerdos borrosos con la realidad, sobre todo los sucesos que ocurrieron en la infancia. Y al final me temo que con los retazos que me llegan me fabrico un recuerdo nuevo y maravilloso que me satisface.

El Gusano -

Me ha gustado mucho la metáfora del pozo de la memoria. Muchas veces nos ocurre, como tú dices, que arrojamos el cubo y vuelve vacío, como si hechos y personas se desvaneciesen en el aire. Yo he sido siempre desmemoriado, y supongo que el paso de los años y la descomposición de los cuerpos (a lo que también aludes en tu bitácora) pues no ayudan en esto. "Vade retro, olvido infernalis.