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Miguel Delibes ¿Le darán el Nobel?

Me ha alegrado mucho que el maestro de las letras, Miguel Delibes, haya recibido la Medalla de Oro de Castilla y León, sobre todo por que lo ha hecho en vida y en un estado de lucidez envidiable.

Muchos hemos crecido con Delibes, a través de sus novelas que leímos en el instituto y las que fuimos disfrutando después, una vez adultos. Si algo caracteriza a Delibes es esa universalidad en castellano, por eso le he llamado maestro, con toda la intención, pues no sólo lo es para los escritores sino también lo ha sido para los alumnos del antiguo BUP -desconozco si ahora lo siguen leyendo en clase-.

Cuando le dieron el Nobel a Cela me quedé muy sorprendida. Camilo José Cela tuvo dos o tres obras geniales pero luego se dedicó a vivir de apariciones excéntricas y de la fama. Sus últimas novelas no había quien las leyera -yo no podía pasar de la segunda página. -Véase Mazurca para dos muertos o Christus Versus Arizona-. Cela no tiene la calidad de Saramago, que se puede permitir el lujo de escribir una novela sin puntos, con un argumento totalmente surrealista y que atrapa al lector desde el primer instante -incluso hasta los que no leen habitualmente, lo he comprobado-, llevándolo hasta extremos insospechados, durísimos, sin que pueda dejar de leer. Eso es escribir -Estoy hablando de Ensayo sobre la ceguera-.

 Sin embargo, Delibes es un escritor honesto, que huye del boato, de la vida pública vacía, para refugiarse en lo que sabe hacer muy bien: escribir. Siendo riguroso, solvente, regular, sin fuegos de artificio. Puede que haya gente que diga que no corría riesgos. Eso es que no han leído Cinco horas con Mario. Cuando leí esta novela me maravillé de que un hombre pudiera entrar así en la mentalidad de una mujer, sólo una mujer que hubiera aguantado durante años a su marido podría haber escrito esa gran novela y lo hizo un hombre y hace bastantes años. También deberían leer La mortaja, un relato corto de temática muy dura, en la que a partir de una situación terrible sabe construir una historia inusual y que aún recuerdo como si la hubiese leído ayer -y lo hice a los 14 años-. O sumergirse en La hoja roja, con esa tremenda y bellísima metáfora que da título a la obra y encierra una historia entrañable. Todo ello sin olvidar cómo sabe calar en el alma humana, en la de los pueblos, cómo capta los ritmos de la naturaleza.

Pero después de que le otorguen el premio de la Paz a Obama, un hombre con muy buenas intenciones pero que en el fondo aún no ha hecho nada, una se explica muchas cosas. Lo siento por los admiradores de Cela. Es cierto que La colmena y La familia de Pascual Duarte son dos novelas expléndidas, pero bajo mi modesta opinión, el autor se dedicó a vivir de las rentas que su mejor personaje, él mismo, le proporcionaban.

Así que inocentemente espero que de una vez le concedan el Nobel a Miguel Delibes, que ya va siendo hora.

 

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