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anamayoral

Indignación

Ese es el título de la nueva novela de Philip Roth, y también es indignación lo que siento cuando me entero de que renovarse el carnet de identidad puede convertirse en una auténtica pesadilla. Acabo de conocer dos casos de personas mayores a los que les ha sido imposible conseguir una cita. Primero te obligan a llamar a un 902, por lo que ya se estarán embolsando una pasta gansa. Después te entretienen preguntándote datos o diciéndote que toques teclitas del teléfono. A cierta edad, las tecnologías suponen un muro para nuestros mayores, de eso no parece percatarse nadie. Y al final terminan sin cita, pidiendo a alguien que llame por ellos o preguntándose qué hacer cuando por teléfono les dicen que la comisaria de su localidad está saturada, que se busquen otra. Como si uno supiera, por ciencia infusa, qué comisaria se encuentra más despejada.

Por otra parte, me encuentro rodeada por un botellón universitario. Hay más estudiantes bebiendo que protestando por Bolonia. Los que protestan por Bolonia no son estudiantes, sino jóvenes de los que se apuntan a todas las movidas antisistema. Tienen el vestíbulo de la facultad lleno de papeles, porquerías varias, y sacos de dormir que no se molestan en recoger. Así que sólo quedar surcar todo ese maremagnum de objetos y rezar por no tropezar con nadie. En cuanto al botellón, anoche la policía se dedicaba a poner multas a los coches pero no desalojaba a los que bebían y alborotaban impidiendo dormir a los vecinos.

Y lo que es más grave, unos niñatos sin conciencia ni moral tienen en jaque a la policía y a un montón de cuerpos de seguridad en la búsqueda de un cuerpo. Ignoro lo que habrá costado todo el operativo montado para Marta, pero deberían pagarlo los asesinos. Desde luego que no hay derecho a que maten a una persona, pero que encima, como dice el padre, se cachondeen de todo el mundo y, lo que es peor, de su familia. No sé, sencillamente es que es algo inconcebible.

Iba a escibir sobre la Indignación de Philip Roth. Pero me resulta difícil concentrarme en el tema profundo que trata la novela. Les recomiendo que lean el fragmento que aparece en El Cultural de El Mundo 13/3/09. Solo les adelanto que plantea la idea de qué experimentaría una persona tras su muerte. Nos ofrece la versión del protagonista, y es que su mente sigue en pleno funcionamiento, condenada a recordar y revisar todos los acontecimientos de su vida. El autor deja entrever que quizás sea ese el infierno. Por mi parte pienso que no estaría tan mal si tu vida ha sido aforturnada. Pero, ¿Qué le espera a una persona que ha pasado hambre, ha sufrido la guerra, la tortura, la violación o la humillación? No sé lo que habrá tras ese muro que todos atravesaremos, pero espero que no sea así. No por mí, que me puedo considerar una persona afortunada, sino por todas las personas cuya vida en sí ya es un infierno.

Me he puesto música para amortiguar los gritos de los estudiantes borrachos. Para no desentonar con el entorno he elegido a Amy Winhouse. Su música es maravillosa.

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