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Hija de la fortuna de Isabel Allende y el 8 de marzo

De vez en cuando, una necesita coger un libro con la certeza de que no le va a decepcionar. Justo lo que ha sucedido cuando he terminado Hija de la fortuna. Tenía pendiente esta lectura desde hace tiempo. No me ha defraudado lo más mínimo. La novela muestra un periodo de la historia en el continente americano, con el contraste de la vida en una ciudad chilena y en la emergente San Francisco. La autora elabora una tela de araña de personajes, entre los que destaca un médico chino. Aprovecha para introducirnos en la mentalidad de este pueblo, trabajador incansable, pero también extremadamente cruel con las mujeres.

Como siempre, Isabel Allede nos presenta personajes femeninos luchadores, que a su manera no se conforman con el papel que teóricamente debían desempeñar, como es el caso de la madre adoptiva de la propia protagonista,  que aparentemente resignada a una vida de apariencias esconde una actividad secreta en la que canaliza todo su mundo interior, abortado cuando sólo era una adolescente. La propia protagonista se llega a vestir de hombre para poder sobrevivir en el mundo sin ley que vibraba durante la fiebre del oro. Ella y el médico chino tratan de librar a las jóvenes chinas de su cruel destino. Llegaban al país tras ser vendidas por sus familias, y eran prostituidas hasta que morían de agotamiento. Su vida no significaba nada para nadie.

Hoy en día, gentes sin escrúpulos continúan con la explotación de las mujeres, las traen engañadas a nuestro país y a otros, las encierran en locales de carretera. Allí lo pierden todo.

¿Se habrán planteado alguna vez los hombres que se acuestan con estas mujeres cuál es el precio real de ese "servicio"?

¿Hasta cuándo el hombre seguirá pagando por tener sexo con una mujer sin importarle si está allí por voluntad propia?

Está claro que si los hombres rechazasen ese tipo prostitución, se acabaría con ella.

No es que quiera cebarme con los hombres, pero es que las mujeres, que yo sepa, nunca han explotado de ese modo a los hombres -corríjanme si me equivoco-.

Yo, que he tenido una vida feliz, progida en una burbuja de familia de clase media, en la que mis padres me dieron una educación y la opción de ser mi propia dueña, me espanto ante la idea de ser arrancada de mi casa o engañada y llevada a otro país para satisfacer los deseos de hombres sin corazón hasta que el cuerpo o la mente no puedan más.

Todavía nos queda mucho por hacer, muchas mentalidades que cambiar. Y aunque muchas mujeres tengamos un buen empleo, maridos que nos quieren y respetan, otras son consideradas una carga desde que nacen y son tratadas como mercancía sexual, o son maltratadas y asesinadas por sus compañeros.

Desde aquí os envío un abrazo a todas, no sólo hoy, sino todos los días del año. Y le doy las gracias a Isabel Allende, por crear esas maravillosas heroínas, en lugar de ceder a la literatura fácil de la chic-lit, que sólo pinta mujeres neuróticas, obsesionadas por el peso, las compras, las mejores amantes, y que terminan cada jornada agotadas, devoradas por sus propias obsesiones.

 

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