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anamayoral

Transportes (II)

Los recuerdos son como flechas perdidas en la dimensión del tiempo. Viajan a través de un espacio y, al igual que los cometas, sólo son visibles cuando el sol los ilumina. La saeta, caprichosa, me impactó cuando contemplaba el cementerio desde el bus. Sabía que él ya no estaba allí, pero fue allí donde le dejamos. Hoy vive en nuestras flechas errantes, que de vez en cuando impactan para recordarnos que estamos vivos.

Hay personas que nunca salen de su ciudad. Para ellas el mundo se reduce a un pequeño espacio. Otros, por suerte o por desgracia, elegimos desplazarnos a lo largo de nuestro país y ,en ocasiones, por el mundo. Algo de mí se queda anclado en las diferentes ciudades y algo de los paisajes va conmigo siempre. Ya no soy de ningún lugar concreto y mi acento resulta una mezcla extraña -No sé qué contestar a la pregunta: "¿De dónde eres?"-. En contadas ocasiones, esa sensación se convierte en desarraigo y una se pregunta: "¿Qué pinto yo aquí?" Afortunadamente el desasosiego dura sólo unos instantes y vuelvo a disfrutar de lo diferente. Soy una persona, en esencia, optimista, ávida de experiencias, y procuro quedarme con lo bueno. Eso no significa que sea tan estúpida como para no percatarme del lado negativo de las cosas, sino que prefiero relegar el dolor a un rincón de la memoria. Si soy capaz, le doy la vuelta a las situaciones, como la protagonista de un delicioso libro infantil Pollyanna (Elleanor H. Porter), que practica "el juego de la alegría". A veces la gente opina que es una manera inconsciente o superficial de enfrentarse a la vida, por mi parte, estoy convencida de que es una forma de supervivencia.

1 comentario

esther pardiñas -

Gracias a que existen Pollyanas podemos ver la vida a través de los prismas de colores, creeme no es inocente ni infantil, sino necesario para seguir adelante, en lugar de ver las tumbas es mejor recordar el tiempo que nos regalaron los que quisimos tanto y ya no están. Un fuerte abrazo ciudadana del mundo.