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anamayoral

Extraño cumpleaños

Últimamente no soy muy puntual en nuestra cita. En esta ocasión un asunto muy importante me ha tenido alejada del ordenador y de internet. En estos últimos tiempos las circunstancias y los sucesos me obligan a relativizarlo todo y, créanme, se trata de un ejercicio muy sano.

Por otra parte, mi repentina ausencia de los círculos en los que transito me ha revelado que hay muchas personas cerca de mí, y eso, hoy en día, representa todo un lujo. En estos tiempos en los que parece imperar el egoísmo existen personas desinteradas, profesionales que se implican en su trabajo y lo realizan con una gran humanidad y sencillez. Me reafirmo en mi apuesta por el optimismo frente a ese sentimiento derrotista que atenaza a gran parte del personal. La gente me ha demostrado que existe la solidaridad, y no es la primera vez que recibo esta percepción.

Por otra parte, hace unos días fue mi cumpleaños. Fue un día un tanto extraño. Muy feliz y muy triste a la vez, lleno de esperanza y de pena. Todo a partes iguales. Parece mentira que unas horas se puedan concentrar tantas emociones. La vida es así, nos sorprende y nos sorprenderá cuando menos nos lo esperemos.

 He recibido varios regalos, materiales e inmateriales -estos últimos muy muy deseados y especiales-, y entre ellos, ¡Cómo no!, libros. Cuando era pequeña mis familiares se lamentaban de que el libro regalado me durase solo una tarde. Ahora han pasado esos tiempos en los que mis únicas preocupaciones eran las de una niña apasionada por la lectura, y leo cuando tengo tiempo y no estoy muy cansada. Los libros me duran más. No me resisto a decir los títulos por si alguien no sabe qué leer en estos días:

  • La escala de los mapas, de Belén Gopegui
  • Sauce ciego, mujer dormida, de Murakami
  • La isla bajo el mar, de Isabel Allende

 

Ahora estoy leyendo Ella que todo lo tuvo, de Ángela Becerra y After dark, de Murakami. Escribiré próximamente sobre ellos. Y también tengo pendientes un par de referencias a las que quiero dedicar el tiempo que se merecen. Pero todo a su tiempo.

Os escribo en la tranquilidad de una tarde que agoniza mientras la voz áspera y elegante de Diana Krall relaja mi espíritu.

Hasta pronto.

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