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Homenaje a Amparitxu Gastón

Homenaje a Amparitxu Gastón

 

Falleció el pasado 24 de noviembre. Conocí algunos de sus poemas en plena adolescencia, cuando mi madre compró una antología de Carmen Conde titulada Poesía femenina española (1950-1960). Mi madre, que apenas pisó la escuela, tiene una especial sensibilidad para el arte, sobre todo para la poesía y para la música, disciplinas tan ligadas por el ritmo y la sonoridad de los versos. En esta antología me tropecé con poemas bellísimos de mujeres que no aparecían en las clases de literatura del instituto, a las que nadie nombraba en los periódicos ni en los telediarios, salvo una de ellas que por aquel entonces era una presentadora de televisión muy conocida.

Por la misma época conocí a Gabriel Celaya. Gané un segundo premio de poesía en el Centro Juvenil Cisneros de Alcalá de Henares, que consistió en tres libros de poesía: uno de Miguel Hernández, otro de García Lorca (El diván del Tamarit) y uno de Celaya, quizás el último, en que su poesía había pasado de ser menos social y más experimental.

Tras ambos sucesos fortuitos las vidas y la obra de ambos me robó el corazón. No estoy de acuerdo con lo que dice un obituario del mundo que firma E.A, en el que dice que Amparo Gastón “fue toda la vida la sombra de un hombre” aunque menos mal que reconoce que el poeta no habría llegado a ser quien fue sin el apoyo de ella. Tal vez Amparo Gastón prefirió desempeñar ese papel de estar JUNTO A Celaya y no detrás de él. El que va detrás no se implica, no alienta, no estimula, el que esta JUNTO A, ya sea en silencio o a la luz pública es el que forma un equipo con el otro para lograr un fin. Tal vez Amparo Gastón no deseaba exponerse a la crítica, ni sentía la necesidad de que la leyera el público. Conozco a personas que escriben muy bien y no tienen esa urgencia. En cualquier caso desconozco la vida de la pareja y no soy nadie para juzgar. Simplemente quiero recordar a esta mujer y poetisa, transcribiendo dos de sus poemas y vayan con los versos unas flores amarillas, ellos, Amparitxu y Gabriel, saben por qué.

 NO SOY NADA

 

Sí, ya lo sé, no soy nada,

¡Oh, vida, dulce y hermosa vida!

No soy nada. Nada soy.

Taquimeca no soy,

alegre mujer del campo

no soy.

Ni sé montar a caballo,

ni azafata, no.

Entonces, vida, ¿qué soy?

Nada, nada soy.

Ya nuca estaré alegre,

si tú no me miras,

ni gritaré corriendo,

si tú no me miras,

ni saltaré, ni nadaré,

si tú no me miras.

No.

Entonces, vida, ¿qué soy?

Nada, nada más que dolor.

Si tú no me miras.

 

(De Un temblor recogido)

 

DESDE QUE LLEGAMOS A FORMENTOR, TÚ SIEMPRE ANDAS SOLO, YENDO Y VINIENDO POR LA PLAYA, COMO AUSENTE

 

Por la playa te paseas siempre solo

y no sé si estás soñando

o muriéndote quizás muy poco a poco.

 

Tienes la cabeza hundida

y los ojos claros, quietos.

Verte es ver el silencio.

 

Algo que murió en tu alma

no sé cuándo, no sé cómo,

y yo pienso en un misterio doloroso.

 

Y te veo pasear siempre solo,

y no sé si estás soñando

o muriendo quizá por mí y por todos.

 

(De Vacaciones en formentor)

 

Poemas extraídos de antología de Carmen Conde titulada Poesía femenina española (1950-1960), Editorial Bruguera, 1971.

 

El 24 de noviembre alguien llamó, por vez primera, a la puerta hambrienta de mi vientre, alguien que cambiará la vida de otra pareja que camina “junto a”.

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