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anamayoral

La soledad de los números primos

 

Quién diría que hay números solitarios en la eterna sucesión de números naturales. Y quién podría imaginar que hay números primos cercanos, tan cercanos que pueden entender su singularidad pero sin llegar a tocarse jamás. Ya se encarga de ello un número par, de los divisibles de toda la vida. A estos números primos tan particulares se les denomina gemelos, por aquello de su proximidad. Lo serían, por ejemplo, el 11 y el 13, separados por el vulgar 12. Con esta metáfora de las realidades humanas nos presenta Paolo Giordano su primera novela. Y nada más comenzar su lectura me recuerda a Nieve y silencio. De nuevo, como ante la novela de David Lorenzo Magariño -opera prima y, por desgracia, última-, vuelvo a preguntarme cómo esposible que una persona tan joven tenga la capacidad de penetrar en el alma humana. No en cualquier alma -número divisible-, sino en dos muy singulares -números primos gemelos-. Sin juzgar. Narrando para que el lector comprenda, y a través de esa reflexión se enfrente a otros seres tan especiales como ellos. No es una historia alegre. Como la de Esme Lennox, que comenté hace unos días, resulta inquietante y conmovedora. Y tampoco se olvida. Estos personajes, Mattia y Alice, y también Denis -un número primo sin gemelo, más solitario aún-, me acompañarán siempre, y los reconoceré en otros ojos, pues ya me he cruzado con ellos en el pasado sin saber cómo ayudarlos. Lo único que puedo criticar de la novela es la sensación que me queda de que no hay solución posible para ellos. Solo les resta aceptarse como son y que los aceptemos. Tal vez nos empeñamos en apartarlos de su dolorosa soledad, que no solo tortura su mente sino también su cuerpo. Como sólo son visibles esas huellas superficiales, nos empeñamos en borrarlas. El autor justifica la autodestrucción como la única vía de los personajes para continuar con sus vidas y nos los deja en ese camino que nos pone los pelos de punta.

Me niego a claudicar, a que el mensaje sea no hay escapatoria posible. Conozco casos en los que han escapado de ese infierno, ignoro si completamente. Y sé de lo que hablo.

La novela se lee fácilmente. Abundan los diálogos, muy bien montados. El autor sabe como captar nuestra atención. Y a pesar de que es verano y que tal vez las temperaturas nos exijan lecturas más livianas y superficiales, no se olviden de la soledad, que también existe.

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