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anamayoral

Nos vamos de ronda

"Nos vamos de ronda", eso fue lo último que dijeron sus amigos antes de abandonar el hotel. Y la ronda tuvo que ser extremadamente larga, porque no regresaron hasta la hora del desayuno, con tufo a churrería y ojos vidriosos. "Esto no se puede hacer en mitad de la selva, tío", le dijo Javier a Miguel. "Si te sales de la tienda te meriendan los leones, macho. Donde estén las vacaciones en la civilización...". Miguel contestó: "A ti sólo te gusta que te lleven como a un borrego, hacer colas y tragarte museos sin saber lo que estás viendo".

Así comienza la típica discusión en la que nadie convence a nadie y todos parecen estar en posesión de la verdad absoluta, exponiendo las ventajas y desventajas de las vaciones de aventura en países exóticos o las de ver ciudades supuestamente civilizadas, con museos, metro y restaurante.

El turismo de aventura tiene la emoción asegurada y es una ventaja indiscutible. Ver la selva, el desierto más inhóspito, las cumbres más altas, etc debe ser una experiencia maravillosa. Y para los que les guste sufrir, una auténtica delicia. El chute de adrenalina está plenamente garantizado.

Las desventajas son muchas: se viaja en aviones decrépitos, se está expuesto a enfermedades varias y a las picaduras de bichos. La gente no sabe que hay cepas de malaria que resisten a los tratamientos preventivos, ni de la existencia de parásitos que se introducen en nuestro organismo -sobre todo en a través del aparato masculino-. En ocasiones también se pueden sufrir ataques terroristas, y esto, por desgracia, no es broma. Se viaja en jeeps polvorientos, camiones, etc. Se madruga muchísimo para llegar a los lugares que se desea visitar. En ocasiones no hay agua para lavarse. y de la comida ya no digo nada, porque el estómago se tiene que acostumbrar a todo.

En cuanto al turismo supuestamente "vulgar" de ciudad -véase París, Londres, etc-. tiene como ventajas la seguridad de contar con transporte público, comida para elegir, hotel más o menos confortable, la emoción de contemplar obras de arte en un museo -para mí es algo insuperable-, o caminar por calles deliciosas, así como disfrutar de edificios maravillosos.

En realidad no le veo ninguna desventaja, siempre y cuando el viaje se lo prepare uno mismo, es decir, que no sea de los que te llevan en autobús, con guía y las visitas concertadas. No me gusta nada ir en rebaño. A mí me basta con tener el transporte y el hotel, lo demás me lo preparo con antelación. Si se tiene cuidado y ciertas precauciones no se regresa con ninguna enfermedad rara.

No obstante, a veces las vacaciones supuestamente seguras en una playa del levante español, se pueden convertir en la peor pesadilla. Hace muchos años estuve una semana en uno de estos lugares tan turísticos, y en esos pocos días me picaron las medusas, tuve una gastroenteritis que me postró 48 horas en cama. Además, por si fuera poco, pisé un pez venenoso, se me hinchó el pie hasta el punto que no cabía en el zapato y tuve un dolor espantoso durante varias horas y me quedé coja. El autobús que debía recogerme para regresar a Madrid pasó de largo. Así que cada uno elija la opción que más le guste, y que Dios reparta suerte.

Javier y Miguel se cansaron pronto de discutir y quedaron de acuerdo que lo mejor era salir de ronda, fuera donde fuese, pero con los amigos.

 

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